Existe una realidad absolutamente opuesta entre lo que el intérprete actoral le transmite al espectador y la realidad que viven todos los trabajadores del arte detrás de escena. Es la representación exacta de la simbología más distintiva del teatro. Estos trabajadores se muestran con su máscara de comedia frente al público y, en muchas ocasiones, viven sus derechos laborales a través de la máscara de la tragedia.
Las expresiones artísticas, desde las más exitosas hasta aquellas que nos han resultado una pésima elección, son parte indudable de nuestras vidas.
La Industria del Espectáculo se encuentra en constante evolución. El contexto social, económico, cultural y tecnológico transmuta de un modo radical a una velocidad casi imperceptible. Los derechos de estas profesiones se encuentran absolutamente expuestos en una especie de limbo entre el pasado y el futuro.
Me urge la necesidad de concientizar que más allá de la actividad de entretenimiento que nos brindan estos profesionales del arte, se trata de trabajos con carácter alimentario como cualquier otro, y como tal, requieren ser protegidos jurídicamente en su totalidad.